Historias que muchos escuchan, pocos creen y casi nadie vive: Lo que nunca fue
Una
historia como de novela, según ella. Tiene
41 años de edad, baja estatura, color de piel blanca y una que otra
arruga marcando su rostro. Su cabello recogido por una moña, ojos marrones y en
sus labios carga un color a rosa que le resalta su humilde y esforzada sonrisa.
Ella es Gloria Cardona, madre de cinco hijos, cabeza de hogar y trágicamente
esposa de Juan de Jesús Rùiz, al que ahora no quisiera ver ni en pintura.
Siempre fue de El Carmen de Viboral, vivió en el campo, en fincas humildes y de
procedencia familiar ubicadas en la vereda La Chapa.
Gloria
dice que su vida siempre fue un tormento, una agonía. Se casó a los 14 años de
edad buscando un apoyo y salida a sus miedos; pues ella en su infancia le temía
a la oscuridad, al maltrato de su madre y al rechazo de sus hermanas. Decidió
entonces conciliar matrimonio con Juan de Jesús, agricultor, quien era el
supuesto ángel que le apareció en su existir.
El
seudónimo de ángel fue arrancado del corazón de esta mujer cuando recibió el
primer puñetazo, a tan solo ocho días de contraer su unión. De aquí en adelante
él golpeaba y abusaba de ella cuantas veces quería, sobrepasando su dignidad. Pero,
pese a todo esto, seguía con él por temor e ignorancia, según cuenta ella. Así
fue entonces como al año tuvo su primera hija, a la cual llamó Andrea. A los
dos años la segunda, Cecilia. Siete años más tarde en un parto dificultoso, María
nació. A los 9 años dio a luz a Viviana y por último, a un pequeño de cabello
mono que decidió nombrar Julián.
Había
días donde Gloria se llenaba de valor y huía de casa con todos sus hijos.
Buscaba refugio donde sus padres, pero estos dejándose llevar por un
pensamiento conservador, preferían ver a su hija en manos de Juan de Jesús, porque
les aterrorizaba la idea de que su ella estuviese sin un hombre a su lado, el
padre de sus hijos y paradójicamente, el mayor tormento de los mismos.
El
tiempo fue pasando y Gloria de 28 años era una mujer encadenada a un hombre que
le lastimaba y ultrajaba como diera gana. Juan se volvió un alcohólico, pues
era de costumbre que llegara pasado de copas a golpear a su mujer e hijos. Es
así como entre el mismo desespero, esta mujer decidía esconderse cada vez que
le llegaban con la noticia de que su marido estaba tomando licor. Ella siempre
mantenía un plástico listo, un termo con agua de panela y un poco de leche para
huir al monte; andaban hasta encontrar un lugar donde cayeran sus cuerpos para
pasar la noche y estar lejos de los golpes de este señor.
Aquí
la señora Cardona añade que este patán –como le dice ella-, cuando no
encontraba a quien golpear en la vivienda, enceguecía su rabia en contra del
perro y del gato hasta matarlos; también, alcanzó ahorcar muchos pollos de
engorde de su casa, que para ese entonces eran el sustento de ella, pero en
especial de sus pequeños.
Eso
era duro, algo muy difícil, pero nada comparado a cuando empezó a meterse con
sus hijas, así es como lo expresa Gloria. Ella nunca supo nada, estuvo lejana a
la situación por la misma depresión que comenzó a sufrir cercanos los 30 años.
Diariamente ella tomaba unas cuantas pastillas que le servían para controlar su
enfermedad y
de igual forma conciliar el sueño en las noches.
Cierto
día, Viviana salió del colegio en compañía de su madre, que acostumbraba a
recogerla; la pequeña desesperada, le dijo a su madre que por favor no se
muriera, pero que tenía que decirle algo muy importante. Gloria exaltada insistió
a su hija, quería saber qué pasaba, sospechó de algún problema escolar o de
amigos, pero no fue así. La pequeña comenzó a decirle a su mamá que en el
colegio habían tenido una charla con la policía de infancia y adolescencia, en
la cual les recalcaban la importancia de denunciar y contar cuando se está
siendo abusado por un desconocido o conocido; dijo entonces que su padre no las
respetaba, a ninguna de ellas. Gloria sorprendida le preguntó qué sucedía,
pensaba que si decía eso era por la misma rabia o rencor que sentían por él, al
ver que golpeaba a su madre. La niña llorando afirmaba que él abusaba de ella,
que les tocaba la vagina y las amarraba.
Esa
noche, cuando el señor Juan llegó a casa, se sintió un ambiente más tenso de lo
común. Gloria le sirvió la comida calientica como le gustaba a él, porque a
pesar de todo ella seguía teniendo un corazón tan noble como su mirada. Juan de
Jesús inquietado, cuestiona a su esposa sobre su bajo ánimo, a lo que ella solo
responde que se encuentra enferma; pero, en realidad, ella se estaba muriendo
por dentro, desmoronando pedazo a pedazo. Sin embargo, pedía a Dios que no la
abandonara y que le brindara la sabiduría suficiente para enfrentar tan
agobiante y dolorosa situación.
Llega
la hora de dormir y la madre arropa sus hijas, de tal forma que pudieran
respirar, pero que nada de su cuerpo quedara al descubierto. Ella se acuesta, y
por cierto, cuenta que siempre lo hacía en la orilla de Juan, pues temía que
este la atacara, como pasó en repetidas ocasiones donde intentó ahorcarla o
ahogarla. Gloria pasó la noche entera en vela, pensando e imaginando cosas; por
su mente pasaba la idea de quemarlo vivo, de ahogarlo o golpearlo hasta que
muriera. Era la primera vez que ella, una madre desconsolada y oprimida, pensaba
en matar a alguien, todo en defensa de sus hijas.
Al
día siguiente ella se levantó, despachó para el colegio a todos sus hijos y
como de costumbre, le llevó a la cama de su “viejo” unos traguitos, para que
este se dispusiera a salir de casa e ir a trabajar, o al menos eso creía ella.
Eran
las 9 de la mañana cuando Gloria salió de su casa decidida a denunciar a aquel
hombre que les atormentaba la vida. Empacó la poca ropa que tenían y unas
cuantas prendas de más: cobijas, sabanas y otras. Se dirigió a la comisaria de
familia a declarar en contra de Juan de Jesús, por maltrato y abuso sexual a
menores, específicamente a sus pequeñas.
Ese
día la señora Cardona pasó por sus hijos al colegio y les notificó que se
mudarían de casa. Logró conseguir en
últimas un pequeño cuarto, apenas con espacio suficiente para que todos
durmieran en el piso o pequeñas colchonetas, un baño y una cocina de tamaño
mínimo. Todos sus infantes fueron remitidos a urgencias para corroborar el
abuso, el cual fue verificado y afirmado por médicos profesionales del
municipio.
Así entonces, pasaron los días y
eran repetidas las llamadas que Juan de Jesús le hacia a Gloria, amenazándola,
provocándola para que volviera a casa, porque si no, él era capaz de ir a
buscarla, matarla a ella y sus hijas, pequeñas inocentes.
La fiscalia abrió investigaciones
a Juan, por lo que un 19 de mayo llamaron a la señora Cardona. Le informaron
que estaba lista la orden de captura en contra de su esposo, solo debían
coordinar algo con ella y aquel hombre quedaría privado de su libertad; todo
estaría por fin bien. Entonces, se encontraron un señor moreno –según cuenta
ella- y la madre, hablaron sobre todo este proceso de la investigación sobre él
y cómo se realizaría la captura a este
señor.
Quedaron en que Gloria lo
llamaría, le citaría para hablar en una cafetería. Así fue, él se presentó al
lugar, serio y obstinado como siempre; pensaba que ella quería volver con él,
tenia la idea de que estaba ahí para “organizar” todo y comenzar de cero, pues
ese fue el señuelo que su señora le interpuso.
Hablaron un poco de todo y a la
vez de nada, cruzaron miradas: ella con miedo y él con rencor, rabia y
egocentrismo. Gloria observó su reloj, se dio cuenta que eran las cinco de la
tarde, la hora indicada donde todo cambiaría para siempre, a bien o a mal ella
lo quería arriesgar todo.
Se levantaron, pagaron los dos
tintos que se tomaron. Ella permitió que él saliera antes, temblorosa y
nerviosa fue testigo de como tres hombres vestidos de negro, se lanzaron sobre
él y lo tiraron al piso; leyeron su permiso de captura, lo esposaron y lo
subieron a un carro, que según Gloria, era de la policía. Mientras emprendían
viaje a su juicio, Juan le gritaba por una ventana, le insultaba y le trataba
de farisea e hipócrita; acusada por él, se derramó sobre el piso exacerbada,
con el temor que este presunto se les “volara” y la matara.
Pasaron los días y la calma iba regresando
al hogar, por fin podían conciliar el sueño sin el temor a ser violadas o
marginadas por un abusador, como lo era él. Todas tuvieron apoyo psicológico,
el cual les favoreció en la aceptación y afrontamiento a tan semejante
calamidad.
Andrea, hija mayor, cuenta hoy por
hoy el dolor que causa recordar el rostro de su supuesto padre. Esta joven,
ahora también madre de dos hermosos infantes, no le desea el mal a este señor;
sin embargo, desea que pague por todo lo que les hizo. Para Andrea, sus
hermanos y su madre, recuperarse no fue fácil, pues cuenta el largo proceso que
fue tratar de borrar y curar las heridas que un abusador les dejó. Recuerda con
lágrimas en los ojos cada noche que Juan de Jesús se lanzaba sobre ella, la
aprisionaba y la violaba. Ahora, unos años más tarde, Andrea le teme a la
salida de la cárcel de su progenitor, porque aunque haya pasado mucho tiempo,
para ella y su familia, él siempre será un abusador, al cual le temen con alma,
vida y corazón.
El día de hoy, Gloria cuenta la
historia con menos tristeza, ha llevado un proceso largo de mucha valentía y
confrontación, en el que ha logrado crecer como persona, madre y esposa. Sus
hijas, aún sufren temor a que algún día este hombre regrese, no quieren padecer
de nuevo el dolor desgarrador de una violación, de un abuso por su propio
padre.
Juan de Jesús se encuentra
condenado a veinte años de cárcel. Vigilado y controlado, él no puede acercarse
a ninguna de las niñas y mucho menos a su esposa, porque aunque nunca hubo
amor, siempre existió un vinculo religioso llamado matrimonio. Gloria espera
nunca volverlo a ver, no quiere saber nada de él. Sus hijas expresan que no
tienen padre, porque para ellas es más importante comportarse como tal, que
simplemente eyacular para procrear.
Esta luchadora trabaja día a día
en casas, lavando patios, baños o lo que resulte, pero no piensa dejar morir de
hambre a sus hijos, siendo ellos lo más valioso que puede tener. Para ella, su historia es como de novela,
pero que en realidad le sucedió y destrozó una y otra vez su corazón; nunca
quisiera volver a sentir tanto dolor, pues al día de hoy apenas esta armando y
remendando su aporreada alma.
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