La punta de la felicidad
El Carmen de Viboral, conocido como
la cuna artesanal del oriente antioqueño, alberga entre sus calles relevantes
historias, que son merecedoras de ser contadas y transmitidas de generación en
generación. La calle de la cerámica, es un fuerte atractivo para visitantes del
pueblo, pues en esta, sus fachadas están decoradas con la variedad de platos,
pocillos, tazas y otro sin número de loza que es fabricada en este lindo
municipio.
Caminar por esta calle se hace
agradable, sobre todo cuando finalizando el recorrido se visualiza “La Especial”, ahí, en donde las buenas
conversaciones surgen y los gestos gozosos brotan de cada rostro que visita
este acogedor lugar.
Entrando a esta cafetería se
observan unos pequeños asientos de madera. Una gran barra color marrón, en
donde suelen servir las delicias que allí ofrecen. Junto a esta, Don Alberto y
Doña Blanca, un par de enamorados que reciben con un apretón de mano y una
sonrisa a los forasteros y curiosos.
No hay tiempo para la duda al
momento de pedir, pues la peculiaridad está plasmada en los deliciosos chorizos
que allí se venden. Los famosos “chorizos el punta”, seudónimo que adquirió el
abuelo de Doña Blanca, “Pacho Punta”.
Ella, cuenta que este sobrenombre se debe al gusto que solía tener su abuelo en
el colegio por jugar con las puntas de los lápices. Fue así, como quedó apodado
“Pacho Punta”, para después pasar a su padre “Joaquín Punta” y ahora ella,
perteneciente a la familia “Los Punta”.
Desde los 10 años de edad Doña
Blanca ayudaba a su padre con la realización de los chorizos, los cuales fueron
creados e idealizados por él. Tenían una pequeña caseta hecha a mano en el
parque principal, donde cada día salían a vender sus placenteros embutidos.
Degustaban el paladar de quienes se encontraban en las cantinas bebiendo, pues
luego de unas copas buscaban pasar la resaca con la grasita de estas delicias
carmelitanas.
Su nombre se basó básicamente en la
particularidad que Doña Blanca quería tener. Un negocio donde tanto su familia
como los clientes se sintieran especiales. Por lo tanto, el nombre más oportuno
fue “La Especial”.
Con ayuda mutua el negocio ha
podido salir adelante. Sus tres hijos: Catalina, Vladimir y Mateo, ayudan de
vez en cuando en la atención de la cafetería, pero no siempre. Cada uno de
ellos estudia y tiene proyectos de vida que no son semejantes a los de sus
padres; sin embargo, Doña Blanca cuenta que en algunas ocasiones, sus hijos
ayudan a la elaboración de los chorizos, para poderse ganar el dinerito de fin
de semana.
Esta muy muy bacano, felicidades, al leerlo me hizo sentir en la especial, tomándome un tinto y fumándome un cigarrillo
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